Ese día su reflejo, para decirle de alguna forma a la imagen de alguien que los otros se hacen en su cabeza, estába mejor vestido que ella, y él no había llevado su mente consigo al trabajo. Hacía frío, no era un buen día para encontrarse de casualidad. Estaba más para esconderse que para hacerse ver. El día parecía dibujado desde afuera, pero no hablo de un dios, te digo diseñado por un colgado que dibuja en los márgenes de un cuaderno o de una escritora frustrada que inventa una historia mirando por la ventana del colectivo. Ellos inventaron a los personajes desencontrados, abrigados y con ojeras melancólicas y el guionista que lo adaptó al cine agregó unos flashforwards en los que se encontraban en el colectivo pero con el día mucho más soleado, o riéndose en una situación medio inverosímil, como esos bares de las películas en los que caen todos los protagonistas sin haber arreglado nada. A los personajes no les convenía encontrarse ese día, había planeado un final mejor. Pero el guionista colgó, y antes de que llegara a terminar esa parte lo contrataron para escribir una novela para canal 13. Y se quedaron así, yéndose para otro lado.
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