Algo perdimos. Perdimos porque me faltan la documentación,
la plata, el coso en el que va la plata, las llaves, el teléfono, las tarjetas,
el papelito con un dibujo, el papel que declaraba que perdí el papel para que
me devuelvan una plata de un curso, varios billetes de todos los tamaños y uno
de dos con valor sentimental. Perdimos porque los gritos nerviosos que pego no
llegan a ninguna parte y porque busqué una pastilla y una libreta universitaria
por todos los cajones de la casa y no encontré ninguna de las dos. Perdimos
porque la única diferencia entre esas señoras empastilladas que duermen con
Rivotril y yo, es que yo no sé dónde se guardan en esta casa las pastillas.
Un día, cuando triunfe o me muera, cuando triunfes o te
mueras, o nos pase algo peor que morir, o andemos por ahí en los confines
teniendo que declarar nuestros crímenes o disculparnos o levantar los cuerpos
de linyeras zaparrastrosos del umbral de un banco… Un día cuando pase algo de
eso te voy a hacer acordar que nunca decidimos nada, que somos un montón de
momentos arbitrarios de vida o muerte. La diferencia entre un ganador de un
nobel y un muerto anónimo atropellado en una avenida es igual a los segundos
que pasaron entre su paso y el del siguiente auto, cada vez que un ganador del
nobel, durante su larga vida, cruzó una avenida. La diferencia entre una
desquiciada y yo, ya te dije, yo no tengo pastillas.
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