─¿Qué estás haciendo?
─Nada, ¿vos?
─¿Cómo nada? Entonces vamos a mudarnos.
***
Es martes pero hay paro, así que no hay nadie en la calle. Voy caminando al departamento. Ya nos acostumbramos a decirte así, aunque ahora hay que decirte Casa de Pau.
Caro me recibe un poco alterada: todo está más complicado de lo que pensábamos. Parece que hace como 14 años que Pau no tira su ropa vieja.
Hay una cartera gigante llena de carteritas. Es como un museo de todas las modas de cuando éramos chicas: una de cuando se usaban los flecos, una fucsia de cuerina, un bolso rosa estampado del que tengo uno casi igual. Unas carteras de los cumples de 15. Una de la moda espantosa de la combinación de rojo con cremita. Y la mochila de Travel Rock.
Yo estoy de mal humor, pero la mudanza me lo mejora. O me lo mejora el absurdo de cerrar la puerta del edificio con un tubo de Pringles vacío para que Caro fuera entrando las cosas. Porque también vamos al supermercado. No se puede mudarse sin ir a llenar un changuito con todas las cosas necesarias, como lavandina, fideos, Twistos y queso Finlandia. Y un tubo de papas para comer en el camino. Cuando se termina, lo guardamos y lo llevamos con las miles de bolsas de una casa a la otra. No quiero preguntar por qué llevamos un paquete vacío. Pero parece que Caro tiene todo planeado, que es el instrumento perfecto para sostener la puerta.
Caro corre al auto 17 veces o más, y trae cosas gigantes, cajas, cuadros, un colchón. Creo que merece un reconocimiento a mejor amiga del mundo. También estaciona, por arte de magia, el auto en un lugar en que que después no entra. Caro protagoniza este cuento sin mudarse, porque se las arregla para protagonizar todos: ella es la reina de Tocaña.
Como yo soy inútil para cualquier actividad práctica, mi tarea era sonreírle a los nuevos vecinos, ser encantadora para intentar que no vean que, a las 11 de la noche de un martes, hay seis lámparas, dos colchones y tres mantas en su hall.
La peor parte es subir en el ascensor. Me dan miedo cuando estoy sola, imaginen con el contenido de un placard que todavía tiene los buzos de Mimo. Seguramente pesa más que las cuatro personas que como máximo pueden entrar.
Pero sobrevivimos. Los joggins de toalla y yo. No sé si Caro está tan contenta de que la ropa también hubiera sobrevivido.
Pero lo mejor de todo, es que estamos mudando a Pau, sin que ella esté en ningún lado. Es que las cosas a veces son así, tu vida cambia y vos ni siquiera estás mirando.
Por eso, como se perdió la mejor parte, ahora se la cuento.
La casa nueva es verde y hermosa. Comemos fideos, y brindamos por todo.
***
Hoy es el cumpleaños de Paula, pero a las doce de la noche me olvidé, y en vez de mandarle un audio de felicitaciones, le mandé uno contándole que había renunciado a un trabajo, y pidiéndole prestado el departamento.
Espero que a cambio de tener una amiga tan colgada, este cuentito le guste un poco.
Que sepa que la quiero como a nadie y que cuenta siempre conmigo, para subir colchones, para bajarlos, incluso para prenderlos fuego. Porque siempre voy a estar para ella, aunque cambien las cosas, las casas, o todo lo que tengamos alrededor.
15/06/2015
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