(vacaciones familiares, otra vez)
No, definitivamente no elegí un buen momento para querer dejar de quejarme. Lo malo es que me salió. ¿Pero quién me manda a mi a querer empezar algo en enero? Mirá que yo lo tengo claro, eeh: El año no empieza en Enero, empieza en Marzo, Abril quizás. Pero serían las ganas de que algo cambie que hicieron que me deje llevar.
Y no me quejé. No dije nada de la pila de mochilas ajenas a mis pies, ni de las 40 camperas innecesarias, no me quejé de la música mala del auto, ni de que mamá se enoje porque me pongo auriculares y no la escucho cuando ella no escucha aunque no tenga auriculares. Comí sanguches de estación de servicio sin insistir en que me cae mal comer en los viajes largos y que no me iba a desnutrir por un par de horas. No me enojé porque no pararon cuando se los pedí. Cuando terminamos en una cabaña en el medio de la nada viendo gran hermano sin comer, no me quejé ni dije que yo les había advertido que salir a las once de la mañana y hacer el viaje en dos días no tenía sentido, pero que si lo hacíamos averigüemos al menos el nombre de algún pueblo. Tampoco dije nada del aislamiento, el aburrimiento, ni lo insoportable que se vuelve nuestra convivencia semiforzada cuando tratamos de compartir actividades de verano, siendo las cuatro personas que menos combinan en el mundo para elegir algo para hacer. Ni siquiera me quejé del clima horrible que nos había tocado, del viento, ni de que si hubieramos ido el primer día a puerto pirámides a lo mejor llegabamos a ver las ballenas, pero prefirieron ir a ver lobos marinos. Apenas renegué un poco cuando intentaron despertarme más temprano de lo que me desperté nunca en el año, pero no cuenta, ya saben que cuando estoy dormida no respondo de mí.
Pero ahora que lo veo desde otro punto de vista, creo que en realidad no decidí YO dejar de quejarme. Simplemente perdí la capacidad. Como perdí la de llorar y la de gritar, y casi que cada vez me cuesta más reir. Lo de hoy era para Llorar y como ya no me sale llorar grité, pero nisiquiera grité como yo se hacerlo; solo unos grititos desesperados y después un enojo forzado. Y una vez que se me pasó el enojo, nisiquiera nos reímos como siempre hubieramos hecho. Supongo que estoy vieja... Y ya te dije otra vez que es-la-úl-ti-ma-vez que vengo con ustedes. Pero todos los años me terminás comprando con esa cara de lobo marino y alguna estupidés de las que tanto me entusiasman. Esta vez no, te juro que dentro de un año voy a haber hecho algo de mi vida y voy a estar donde quiera Yo. No se si llegaré a la casa rodante hippie pintada a mano, pero a lo mejor me acerque. Te lo juro... te lo juro como prometí que me dejaba de quejar. Ouch.
Y ahora esto como siempre: Esperando. Por lo menos esperando el lunes que viene, no esperando algo para lo que faltan 8 meses como suelo hacer.
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