La ambigüedad es algo inaceptable, pero no para mí. Todo es inabordable cuando se define. Si el trabajo me gusta y no me gusta, se soporta. Si el 96 tiene la peor frecuencia del planeta pero me lleva entre dos lugares a los que quiero ir, se aguanta también. Si a una persona la quiero y la odio, está bien así. En cambio, si lo bueno del trabajo ya no me es tan útil, si preferiría vivir más cerca que tomar todos los días el colectivo de autopista, si alguien se reduce a un motivo de enojo, no se soporta más. Pero tampoco se soportaría si alguien me viniese a buscar para llevarme a todos lados o tener porque sí todo lo que quiera. Porque eso de alguna manera limita: siempre estás en una obligación con alguien. Por eso tampoco entiendo que se pueda querer sin odiar un poco. ¿Porque entonces a qué le llaman querer? Ahí no veo otra cosa que la comodidad triste de ser chiquito y que te lleven al colegio en micro y te compren la ropa rosa. Pero claro, también nos convencieron de que eso era lindo.
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