En una tarea ardua y horrible, intenté pasarte de segunda persona a tercera, y me parecía que todo se perdía. Los que saben dicen que no. Que esa distancia nos queda mejor. Que si no puedo hablarte no lo simule, que si no estás, no haga como que sí. Que el que escucha no tiene por qué bancarse que lo ponga en tu lugar, si vos no querés estar en el tuyo. Todo eso dicen. Pero los que saben están en tercera persona siempre: con ellos, nunca se puede hablar. Con vos, tampoco. Con él, con ella, tampoco. Me parece que suena horrible. Pero lo pongo en donde lo tengo que poner, la dejo en donde la tengo que dejar. Ni siquiera se le nota que allá importa menos.
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