Chupás con asco la cuchara llena de
azúcar. La metiste en la azucarera húmeda otra vez, y se formó una costra, dura.
Siempre querés arreglar tus equivocaciones como si nada ,disolviéndolas con
saliva.
—¿Por qué no la lavás en la cocina?
—porque no quiero perder tiempo.
—¿Por qué no la lavás en la cocina?
—porque no quiero perder tiempo.
Y yo tampoco. Y te la saco de las
manos. Y la chupo.
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