De imaginarme un futuro completamente desabrido pero completamente inverosímil (porque a quien le voy a mentir, esta vez tampoco iba a cumplir con lo esperado), a imaginar uno con tinte de película cómica noventosa (aunque no sé si vi alguna y si sería como me la estoy imaginando.) Casi telenovela de Polka. Tampoco verosímil, pero al menos más colorido. Mucho más agradable para pensarlo en esperas interminables al colectivo que no te dejan llegar a casa hasta la una y media de la mañana.
Resulta que en esa historia, como si fuera un personaje de reparto algo bizarro, me tengo que vestir de otra, fingir que finjo algo que en realidad es cierto, cenar con una familia falsa, mentir en una frontera, cruzar el océano, mandar fotos trucadas. No es nada. Son imágenes que me hacen reír en madrugadas inciertamente amargadas. Estas y las otras. Camarones.
Otro día te cuento la historia de la burócrata, la Amelie de la administración pública. Ahora no. Porque sólo soy imaginativa en abstracto. Un día voy a ser imaginativa en concreto. Ojalá mañana, porque si me permito una metáfora medio cliché medio rebuscada, necesito inventar algo que me transporte. Y te juro que en contexto esta última frase es mucho más material y mucho menos cursi de lo que parece.
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