¿Sabés qué me gustaba de vos? Tu semántica. Tu forma de elegir las palabras para armar una oración estúpida. Porque nunca decías nada y mucho menos a mí. Pero para armar frases vacías y hablar del clima o de chismes o de tecnicismos tenías habilidad de artista. En español tenemos muchos sinónimos, ochocientas palabras para decir lo mismo y para confundirnos entre nosotros y para enloquecer a los de afuera. Si yo hubiese nacido (hablando) en inglés, o en chino, o en birmano, quizás sería más normal, quizás podría enamorarme de cualquiera o quizás debería declararme finalmente una planta o una ameba, pero no podría ser tan compleja ni tan enredada. O mentira, sí podría, pero tendría que buscarme otro capricho, porque no podría ser el de combinar palabras. Pero en este idioma, yo me puedo encaprichar con vos porque sabés encontrar palabras que encajan.
Tenés buen gusto para poner una palabra atrás de otra. Y no creo que nunca te lo hayan dicho. Primero porque nadie se fija en eso y segundo porque al hablar las palabras se vuelan y no creo que se pueda establecer un criterio de belleza como si dijeramos colores, figuras o ropa. Y si alguien se fijó no se dio cuenta, porque le habrás preguntado que pensaba del verano o del viento o del tránsito o le habrás contestado una pregunta sobre cine y sobre libros y habrá pensado que la conversación era interesante. Conmigo no se puede hablar de cine ni del tránsito porque no me importan, pero puedo hacerme la que contesto mientras te juego con los juegos de palabras. Sí, ya se que es más divertido jugar a otras cosas. Pero es lo que hay, vengo de un triángulo del sur relleno de palabras raras y me llama la atención como jugás con ellas pero, sobre todo, no me llama la atención más nada. Y quizás finalmente me resigne a hablar del clima, y lo haga con el vocabulario apropiado. O quizás mejor me declare al fin ameba, a pesar de los sinónimos. Pero siempre voy a elegir ameba en vez de Potus, porque es la misma metáfora, pero amaba tiene mucho más con qué jugar.
Tenés buen gusto para poner una palabra atrás de otra. Y no creo que nunca te lo hayan dicho. Primero porque nadie se fija en eso y segundo porque al hablar las palabras se vuelan y no creo que se pueda establecer un criterio de belleza como si dijeramos colores, figuras o ropa. Y si alguien se fijó no se dio cuenta, porque le habrás preguntado que pensaba del verano o del viento o del tránsito o le habrás contestado una pregunta sobre cine y sobre libros y habrá pensado que la conversación era interesante. Conmigo no se puede hablar de cine ni del tránsito porque no me importan, pero puedo hacerme la que contesto mientras te juego con los juegos de palabras. Sí, ya se que es más divertido jugar a otras cosas. Pero es lo que hay, vengo de un triángulo del sur relleno de palabras raras y me llama la atención como jugás con ellas pero, sobre todo, no me llama la atención más nada. Y quizás finalmente me resigne a hablar del clima, y lo haga con el vocabulario apropiado. O quizás mejor me declare al fin ameba, a pesar de los sinónimos. Pero siempre voy a elegir ameba en vez de Potus, porque es la misma metáfora, pero amaba tiene mucho más con qué jugar.
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