Se vende a un diablo porque parece mejor que regalarse a otro. Pero de a ratos no. De a ratos parece que le sacan la esencia que podría usar para ser arte y otras cosas y de a ratos parece que es una pavada eso de la esencia y que es tan mentira como ese alma en la que se puede poner la felicidad cuando te la sacan del cuerpo. De a ratos parece que se está olvidando de tomar unos mates indispensables con vos y que se llena de trabajos y cosas porque anda a saber qué cosas no te quiere decir.
La señorita que jamás había extrañado a nadie dedicó su año nuevo a coleccionar afectos que no están. Tan dedicada ella a hacer siempre lo que no le sale para demostrar que no tiene imposibles. Puede formar violeta sin tener los colores primarios. Puede sobrevivir sola al desalojo y al invierno ruso. Puede hacer por otros lo que no puede por ella, y con eso puede hablar de escribir un artículo convincente o de hacer una sopa de verduras. Pero no puede, a veces, respirar o mirarte a los ojos, porque no le parece que tenga que andar probando que puede con esos otros desafíos. Se escapa, de forma literal y corporal de las garras y mira un sol que sale y se muerde el labio y se va. Pide que no la despierten a almorzar. Son días que merecen ser recordados pero se recuerda con el cuerpo, dicen, y lo lleva escindido, arrastrado por Juan B justo mientras un Yo despegado da vueltas a un mundo y al tuyo. Al filo de otra crisis nueva llega, pensando que no puede seguir no creyendo en almas porque no tiene otra cosa.
Y acá también pero más terrenal. http://relatosenelsubte.blogspot.com.ar/2014/05/ruido-blanco.html
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