Un edificio alto, una mezcla de ese que estuve viendo ayer en fotos, de ladrillos y en un lugar muy lejano, y otro muy cercano y conocido, el colegio, mi colegio, que a lo mejor se está alejando y un día va a estar más lejos que el otro. Una amiga. Estamos buscando una psicóloga, nos dice que puede atendernos en el piso 12 o en el 8, pero si queremos en el 8 es una terapia de grupo. El 12 es muy alto, no nos gusta. Nos atiende un psicólogo, tirados en el piso del patio cubierto, planta baja al fin. Hay dos personas más que mejor ni te cuento quienes son. El hombre nos estafa, nos quiere cobrar $1000 pesos por la sesión. Pero le creo lo que me dice, que ya no me lo acuerdo pero me retumba en la cabeza mientras me baño en una bañera antigua en portería. Me voy enojada, [y acá me despierto, y ahora soy consciente de lo que pienso.] siempre me dejo arrastrar a cosas en las que no creo, porque no creo que ni siquiera se vallan a concretar, y después mi vida termina regida por los principios de esos proyectos. Me pasa siempre y me pasa otra vez, y ni siquiera me quejo, a lo mejor lo mejor que haga en mi vida va a empezar de esa manera: Porque creer, no creo ni en mí.
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