Pagará con la última bocanada de aire revuelto ese instante de alegría, precio por sucumbir a la euforia sabiendo que sus expectativas eran delirantes, su optimismo infundado, la plenitud fingida. Como una droga, mezcló música, bronca, un secreto, su disfraz de loca, y una pésima idea vestida de buena. Ahora mata sus penas con café con leche, insomnio improductivo y series tontas. Casi que estos días actúa más que vivir, no actuar de acción, actuar de actríz. ¿Qué le pasa? Nada, exactamente que no pasa nada.
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