Alguno dijo que tenían que hablar. Antes de que conversaran, él insistió en preparar la cena. Ella asintió.
El quemó: la sartén, las arvejas; el mango de la sartén, la cuchara de madera, la paciencia de ella, la posibilidad de una charla tranquila, su propia lengua, y el filtro del extractor.
Y después, ella quemó: un cigarrillo hasta la colilla, la suela de su zapato, el borde de una cortina, el recuerdo de su primera salida, y todas las cosas que había guardado de él.
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