Estoy sentada en la zona segura del techo, espalda en la pared y más de 10 centímetros de cada orilla, como debe ser.
Pero en realidad estoy ahí, parada en un pié en la esquina, haciendo equilibrio con los brazos y tambaleandome como la antena de televisión del vecino, entre la zona segura y la nada.
Entre trabajos que prometen y estabilidades inalcanzables, entre charlas de ayer y diálogos imaginados con poquísima fidelidad, entre el optimismo de que con alguna iluminación llegará alguna ilusión y el pesimismo de saberme desde siempre adicta a llegar al borde y retroceder. Entre escribir un cuento y terminar de leer Bourdieu, que es la misma discusión.
En un pié, tambaleandome en un borde. Como estuve siempre.
Cómo lo decidí siempre.
Porque está claro que prefiero el techo a la comodidad del living.
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