Desde un ángulo, algún punto exacto en el techo o en la cama, o en la cerveza o en el alma, pudo ver la vida como un montaje paralelo, toda buenos momentos. En un punto exacto del tiempo, la vivió así, todo sensaciones y revolución. Se le ocurrieron teorías como que si dormís trece horas seguidas te pasás de lado a la otra parte de los sueños y otras más realistas y más lindas, que tienen que ver con energía y amor y también con pánicos escénicos.
Pierde el hilo enseguida cuando recuerda todo eso. La energía que mueve el universo cabe en vaso de agua, hasta en un shot de algún licor que una gente distraída y uniformada de top negro y pollerita de terciopelo prende fuego en un living, y ahí en el rincón del sillón nace y después vuela una sonrisa rosa y gigante que no ve quien merece, se dispersa y diluye en una charla sobre mangueras metálicas flexibles, códigos de tarjetas de débito y decretos-ley, en una banqueta de madera, contra una pared de ladrillo a la vista, en el silencio de la música a todo lo que da y la ceguera del humo de cien cigarrillos o más.
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