Fue joven, linda y defensora de causas perdidas [en eso tuvo más pasión que nadie]. Pero está cansada y vieja [y muy joven para haber envejecido tanto], y como ser menos apasionada con sus convicciones no puede, simplemente ya no se convence. Y vive de los restos de sus ideales y son restos tan grandes que por ellos hace muchas cosas: se toma micros, se levanta temprano, se acuesta tarde los domingos, se rompe las manos, se arruina los ojos, conquista el mundo, se hace un té. Pero aunque siga arrastrándose por sus causas ya no las ama, ya no se levanta pensándolas a la mañana. Y se pregunta si convencerla otra vez de algo será, tal vez, la causa perdida de alguien más.
Otra causa perdida, otra historia para leer en el subte.
Otra causa perdida, otra historia para leer en el subte.
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