Todo lo fastuoso, todo lo extravagante, toda la belleza; y todo lo arisco, lo insulso y lo burdo, conviven en un gesto tan simple como perfumar con (cariño y) jengibre el té de una taza rellenada por quinta vez, o el rescatar, con un palito, a una hormiga de la azucarera, o el despintarse las uñas y sacarse los tacos con cansancio y desidia al final de una fiesta.
Así vive la Reina su angustia cotidiana; así vive el esclavo sus recreos en la gloria.
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