11.9.14

Nos vibran los pies

Estamos viejas, comadreja. Ayer nos tomamos un helado con nuestra adultez. Yo te conozco desde que no había celulares: me encanta haber nacido justo a tiempo para poder decirle eso a alguien. 
Una de las últimas veces que hablé con mi abuela me contó una historia, se trataba de dos que se encontraban en un árbol. Tenían que mandarse alguien a avisar a la casa en qué lugar se iban a esperar la semana siguiente.
Por eso ya está, ¿qué le vamos a contar a los demás? ¿La historia de esa vez que no nos contestaron el whatsapp?
Ya lo sé, ya lo sé. No tengo razón. Solo me invento alguna excusa para no tener nada que contar. 
Pero te juro, comadreja, acá hay algo que no está bueno. Hacé la prueba. Cerrá los ojos. ¿Qué sentís? Nos vibran los pies. ¿Y que pensás? Antes te vibraba el cuerpo y era el amor, era un presagio, algo eran las cosquillas, por lo menos amistad. 
¿Y ahora en que pensás? Que debe estar pasando por la avenida un camión, o que arriba de la mesa debe estar vibrando el celular. 
Los árboles no vibraban, comadreja. No mentían. 

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