Alguna vez tuve una teoría del café y el estado de ánimo, que decía que la gente prepara el desayuno más rico o más feo según su humor. Bueno, si las cosas van a estar como esta taza, no va a ser para nada un buen día. Pero tampoco es que pueda arreglarlo si me levanto, le pongo más azúcar y lo meto en el microondas.
Cuando una parte de vos decide no despertarse, se complica. No es fácil autollevarte el desayuno y convencerte de que en un rato todo va a ordenarse sólo, incluso la mesa. Creo que mientras estoy acá, tratando de hilar dos ideas sobre mapas y aterrada porque no llego a entregar la nota antes del mediodía, hay otra Yo arriba, rebelada. Nunca sé si en ese contexto se dice rebelada o revelada. Pero decidió dejar de hablar de herramientas que revolucionan y (no) simplifican la vida y está escribiendo cuentos y leyendo Foucault, sin invitarme.
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