En una pseudoplazita chiquita perdida atrás de otra más grande, entre bastantes señores y señoras que hacen gimnasia en esas cosas para hacer ejercicio que pone la municipalidad, tres chicos que saltaban de los árboles a las mesas y por las paredes de las casas, otro que corría a toda velocidad en círculos, y una parejita que fumaba porro en el piso, yo hamacándome en casi pijama era de lo más normal. (Por lo menos si nadie se enteraba que escuchaba la misma canción hacía una hora y media y me imaginaba que en la plaza se grababa el videoclip.)
No pensó lo mismo mi hermano, cuando le dije que iba a comprar resaltadores y volví dos horas después con unas compras sin sentido, que incluían un tarro de dulce de leche y unas rosquitas chinas con gusto a campamento del colegio.
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