29.5.13

Llueve

Resplemática un día explotó. Metieron presa a la responsabilidad, pobre perejila. Todos saben que la bomba la puso el hombre del paraguas. 

28.5.13

Estación de ovejas

Hay temas que en aleatorio no aparecen nunca. Un día vi, creo, un espectro al lado de la vía. Y sonaba esa canción de las ovejas. Me reí de la coincidencia y pensé en cuándo volvería a aparecer. Ahora están acá ella, la mesa y tu forma de ser. Pienso, si esos recuerdos se volvieron difusos, en qué color se verán los de ahora, que ya se guardan medio desabridos. Suena en mi cabeza nada más, no puedo acordarme tanto como para encontrarla. Ella, la mesa y tu forma de ser. Mirá si se me borra toda la mente. No hay backup. 

26.5.13

La espalda torcida, la pseudogripe, el domingo en casa y acordarte de repente que te olvidaste todo el día de pensar en ciertas cosas, que el lunes a las 0 hs reaparecen.
Parciales y todas las series son buenas, insomnio y todas las series son malas.

25.5.13

la vida

Algún día creí que la bicicleta rosa en el living era la más rara de las paradojas sobre la decoración y el orden de mi madre, y entonces llegó el respaldo viejo de cama blanco con mariposas a mano al comedor. 

23.5.13

No nada

A la mañana llueve. Quiere algo rico. No es que no haya. Hay varios tés, y capuchino. Bizcochitos, galletitas de todos los colores, o pan y mermelada. Pan con manteca y azúcar.  Pero no quiere nada. 
A la tarde pasa por el super, arrasa. Té de manzanilla y anís porque se encaprichó con ese, chocolate semi-amargo, galletitas de avena con chocolate, y de chocolate con limón, almendras y cosas de esas, y también palitos de queso, tostaditas de jamón,  y queso filadelfia. Provisiones para pasar el invierno, o los parciales, o por lo menos un par de apuntes. 
A la noche tiene el té servido, los apuntes en la mesa, un sahumerio prendido, y ganas de comer algo y no quiere nada de lo que compró. Quiere caramelos, tiene muchas ganas de comer caramelos de miel con limón. Y nada más. 
Y así es con todo.

19.5.13

Botón


Esta es la historia de un botón que un viernes decidió renunciar al saco y pasar la noche sólo en Buenos Aires. Rodó por la escalera y decidió bajar al subte. No era lo que soñaba para su libertad, pero estaba entusiasmado, y un poco asustado, así que era un buen plan. Se escabulló en la línea C, pensó en ir a conocer la A, pero se distrajo y terminó en la D. 

Como era viernes, siguió a unas pequeñas multitudes de botones de tapados, y terminó en Plaza Serrano. Creía que había estado ahí, pero la recordaba distinta. Por ahí había estado borracho, o a lo mejor era nada más que el mundo se ve muy diferente desde afuera del saco. Contento, estuvo un buen rato dando vueltas metiéndose entre esos bares que tienen un pasillo entre las mesas de adentro y las de la calle. Le gustaban porque podía estar casi adentro sin llamar la atención. Iban llegando botones, todos en grupo en las solapas de la ropa o algunos en pareja, los de las mangas. Algunos eran muy lindos, grandes, brillantes, hasta de colores. Otros eran chiquitos, transparentes, pasaban desapercibidos. Todos se sentaban en las mesas alrededor de tragos, comidas y cervezas. Pero algo, quizás la soledad, hizo que dejara de fijarse en ellos y se detuviera a mirar, por una vez, a las personas. Aprovechó un rato su invisibilidad para mirar de cerca cómo se saludaban, se miraban, se reían... Se acercaban, algunos se tocaban, otros se escapaban, varios se tambaleaban, después se iban. Se tentó de sentarse entre ellos y tomar una cerveza, pero no es una buena idea sentarse entre humanos y menos un viernes, cuando están con sus amigos y parejas y se ponen más incisivos y criticones de lo que ya son.

Decidió que mirarlos un poco de lejos estaba y bien, y que podía permitirse la cerveza, si la compraba en otro lado, un quiosco o una panchería. Los humanos tienen algunos lugares a donde incluso los botones solitarios pueden ir tranquilos, mientras no molesten, paguen con cambio y pongan cara de poker. Encontrar un punto desde el cual mirar sin ser visto, cerveza de por medio, era más difícil. La ciudad está configurada para humanos, o en todo caso para botones con empleo, y un botón suelto tomando una cerveza, aunque no lo parezca, llama bastante la atención. 

Tuvo que ir a comprar impunidad a un Mc Donalds. Es muy difícil ser un botón independiente. Por suerte era un botón ingenioso. De algo había servido ser parte de un saco de lana negro y abrigado, multiuso. Había sido muy usado y arrastrado, pero había aprendido cosas. Con la cerveza en un vaso de cocacola, siguió caminando ya sin llamar la atención, y recordó con un poco de nostalgia los viejos tiempos. Cuando era parte del saco, estas cosas eran más fáciles, y juntándose con otros grupos de sacos y cierres había incluso acampado en una calle despoblada de otra provincia, creía que Salta o Tucumán, alrededor de un vino, sin que nadie dijera nada. Pero las cosas son distintas para un botón sólo, que si se descuida y se mete por calles oscuras puede terminar, en el mejor de los casos,  pisoteado, y en el peor, manoseado, cosido en otra parte o guardado en un cajón, o peor, en un bolsillo. Claro que había botones con finales heroicos, pero no se tenía tanta confianza como para estar seguro de ser uno de ellos. 

Tembló un poco y se resignó a que, si no juntaba valor, lo mejor iba a ser tomarse el próximo colectivo que lo dejase en casa. Sabía que era un final triste, y se sentía un botón conservador, pero estaba cansado y había recuperado la inercia. Nunca iba a ser un gran botón de esos que terminan en una escultura de vanguardia o siendo los ojos de un monstruo de Berni. Se consoló pensando que por lo menos tenía una historia que contar. A lo mejor inspiraría a algún botón adolescente a hacer lo mismo, a lo mejor sirviese para parecer más interesante entre los botones de tapados y de puños.

Se subió al 166, y en el camino por Juan B Justo se reencontró con el saco, que también estaba volviendo a casa. Apenas se había notado su ausencia. Se cosió disimuladamente, en silencio. Y volvió a ser persona. No había cambiado nada, pero había estado bien tener la cabeza fuera del cuerpo, por lo menos por un rato. 



El café con leche de la depresión


Llegué temprano y quiero entrar tarde, de puro capricho, y aparte no almorcé. Eso me pasaba hace 10 minutos, por eso ahora tengo adelante el café con leche de la depresión. ¿Por qué? Porque está en una taza, no es del buffet, pero tiene el mismo gusto. Y me hace pensar que todo es simbólico y que realmente no tenía hambre y menos de un tostado que es igual que el árabe de la facu y al mismo precio, pero más hippie. Y el café a lo mejor está un poco más caliente, pero también es más caro, nada más que por estar en tacita blanca y roja se cree más hippie. Lo que pasa es que para ser hippie en sociales habría que venir con zapatos de tacos, esos negros en puntita que se usaban en la época de los cumpleaños de 15, y ahora son re baratos y nadie los quiere. O algo así. 

No es que sea deprimente el café, pobre. Nada más es amargo, pero eso me gusta. Es deprimente que ningún simbolismo me conforme más. Y que no se me ocurra una palabra más sencilla que simbólico para decirlo. El mundo está desnudo. No hay más mitos. ¿Barthes? No sé, no leí ese libro, yo no me compro libros porque no los leo y no los leo porque no los compro. Tampoco los pido prestados, mi parte intelectual es antisocial. A veces trato de hablar con personas más mitificadas a ver si las contagio un poco, pero me parece que solamente las deprimo. Perdón, ¡no es la intensión!

 El café está helado y no hay forma de cambiar de humor con algo tan feo. No miro el reloj aunque ya debe ser tardísimo para entrar a cursar. -¿Así que lo más interesante que hiciste en la semana fue desperdiciar tiempo tomando un café muy feo?-No. Más interesante que eso puede ser cualquier pavada, como que tenga que ir a hacer un trabajo práctico a una iglesia de Olivos el domingo, que haya tenido que trabajar de madrugada por ser el “día de Internet”, o hasta mis oleadas de mala suerte y conversaciones bizarras sobre hoteles y marcianos. Pero lo que me llama la atención es que aunque no tenga ganas de hacer nada, siga teniendo ganas de sentarme a tomar un café. Eso sí es un misterio. Algo de mito, después de todo, debe haber en esta mesa.

18.5.13

Escena

"Por si algún día escribís una película sobre la soledad y la depresión, recordá este momento", le dice una chica a su hermano, mientras sube la escalera en pantuflas con un agujero y vieja remera traída del viaje de egresados, llevandose a la cama un cuadernito, un vaso de agua y un plato de puchero. Viernes, 2 a.m.

16.5.13

Todos jugábamos a todo

Hay gente que dice que "siempre supo lo que quiso ser". Las biografías de biólogos dicen que de chiquitos jugaban a descuartizar hormigas y las de ecologistas que hicieron una campaña en la primaria para salvar al mundo del calentamiento global, los abogados mentían de chiquitos y las maestras ayudaban a hacer la tarea a sus hermanos. Pero las que más odio son las de periodistas que hacían su propia revista recortando la Billiken. Claro, porque ahora solo los biólogos jugaban al dios de las hormigas y las maestras sólo obligaban a hacer láminas con el derretimiento de los glaciares a los ecologistas.

No se mientan más. Hacé memoria y fijate que si mañana decidís convertirte en estrella de rock, seguro te vas a acordar que a los 4 años tocaste los toc toc en un acto escolar. Y si pasado escribís un libro y la pegás te vas a acordar que te sacaste un Excelente en un cuento de astronautas en cuarto grado. Todos escribimos un cuento de marcianos. Y todos quisimos ser actores. También maestras. También bomberos. Pero si es por buscar vocaciones ocultas que desarrollaste desde pequeño largá todo. Renunciá al trabajo. Dejá la facultad. Y andá a ver como podés meterte en la N.A.S.A. ¿O no me vas a decir que no querías ser astronauta?

15.5.13

más amor-odio

Hay gente que no entiende nada y otra que no entiende a los que no entienden nada y  los que no entendemos a esos, y tampoco somos entendidos... Y están los programas de televisión que hablan de ataques de pánico y resulta que todos los panelistas tuvieron uno y conducen como si se fueran a poner a llorar, y la mesa familiar se pone a hablar del tema porque ¿Quién no tiene un trauma en el ropero? y el tema del psicólogo deriva en la rutina y en el trabajo y en que no estamos conformes y estamos resignados, y yo siempre lo relaciono todo con un texto de la facu, me pongo a hablar de la era de la técnica, y -Ay tamara, dejate de relacionar la facultad con todo. ¿Y de qué me sirve la carrera si no es para relacionarla con la vida? ¿Para trabajar? jaja. Y además me aburro, me aburro mucho, hace varios días que estoy pensando que quiero que pase algo, como para ponerle un poquito de emoción a algo, y el comentario es debidamente malinterpretado por las almas de la mesa, cada uno para el lado que más lo indigna; que querés hacer la revolución, que te quejás de la vida que te dimos, que el riesgo y que no se qué.  No quiero trabajar mañana pero como a mí no me toca decir que no quiero IR a trabajar no me dejan quejarme... ¡Como si la mente no te la encerraran! Ya no voy a quejarme de nada. ¿Qué voy a hacer cuando no me queje? Me fuí en el divague, esto iba a encarar para otro lado, estaba pensando que tenía que volver a encontrar algo que me guste... ¿Esto no me gusta? Pero no escribo: lo simulo. Sí, podría irme a encerrar a una cabaña con libros como digo siempre. No lo voy a hacer. No voy a dejar todo, soy masoquista, me gusta mucho todo lo que odio. 
Aburrirse es un peligro
un día te das cuenta que cuando te levantás ya no pensás en nada

Objetos de amor-odio

La carrera
mi casa
el 96
Google
personas
Foucault
incertidumbre
las medias lunas de la facultad
cursar a la noche
trabajar en mi casa
vivir acá
el mate con café
las series tontas y el criminal case
mi antisocialidad relativa
pensar tanto
etc. 

(etc, porque los etc tienen sentimientos.)

11.5.13

Tensión

Plan A
Plan B
Plan C: secuestro y síndrome de Estocolmo.

Total planes de ir presa ya tenía...

8.5.13

pregunta de examen

¿Donde carajo queda "después"?

montaña

Peor en peor ya ni me importa.
Los que tienen tiempo de pensar me asustan,
cuando yo estoy en la rueda.

hermitaña que quiero ser

6.5.13

Independencia anímica

La semana va de mal en peor aunque todavía no terminó el lunes. Pero lo realmente peor es que yo sigo con un tranquilo buen humor superficial, como curada de espanto.

Técnica

Anteojos, ibuprofeno... siempre hay un invento para que no puedas colapsar en paz. 

4.5.13

Retazos

Cuatro chocolates apilados en la alacena, en linea recta, arriba de las azucareras. Nada más lejano a mí, pero puedo amar cualquier neurosis, porque la admiro. Sé que igual tengo algo de eso. A lo mejor la obsesión está en lo bien que me sale disimularla. A lo mejor no.  Mi contradicción no es  lo que parece,  mi contradicción no es histeria, para mí la poca sinceridad que puede existir es admitir que todo es ambiguo. No, no digo eso porque ahora leí obligada a Heidegger. Pero le agarro unas palabras que me hacían un poco de falta. Recién le di a un remís las indicaciones para llegar a mi casa más prolijas de mi vida. Eso es madurar, o también resignación. Sí, hay resignación en concentrarme en eso. Antes me concentraba en otras cosas, como en mandar mensajes telepáticos que nunca llegaban. El problema es que dos o tres veces llegaron. No eran los más relevantes. Pero eran los indispensables para no pasarme de bando. Tampoco eran tan precisos como para quedarme acá. Contame tu historia, me piden. Ojalá fuera eso, tengo un par de retazos de conversaciones desencontradas, siete mil suposiciones inconciliables y poco más. 

3.5.13

Falta de sueño

¿Qué hacés cuando tu inconsciente se pone autoboicótico?
¿Y qué no quiere de lo que quiere?
¿Porqué tan poca espontaneidad?

Preguntas de parcial. 

2.5.13

Silencio

-¿Entonces no creés que importe decir la verdad?
-No, no me entendiste. Yo no creo que exista la verdad.