19.5.13

El café con leche de la depresión


Llegué temprano y quiero entrar tarde, de puro capricho, y aparte no almorcé. Eso me pasaba hace 10 minutos, por eso ahora tengo adelante el café con leche de la depresión. ¿Por qué? Porque está en una taza, no es del buffet, pero tiene el mismo gusto. Y me hace pensar que todo es simbólico y que realmente no tenía hambre y menos de un tostado que es igual que el árabe de la facu y al mismo precio, pero más hippie. Y el café a lo mejor está un poco más caliente, pero también es más caro, nada más que por estar en tacita blanca y roja se cree más hippie. Lo que pasa es que para ser hippie en sociales habría que venir con zapatos de tacos, esos negros en puntita que se usaban en la época de los cumpleaños de 15, y ahora son re baratos y nadie los quiere. O algo así. 

No es que sea deprimente el café, pobre. Nada más es amargo, pero eso me gusta. Es deprimente que ningún simbolismo me conforme más. Y que no se me ocurra una palabra más sencilla que simbólico para decirlo. El mundo está desnudo. No hay más mitos. ¿Barthes? No sé, no leí ese libro, yo no me compro libros porque no los leo y no los leo porque no los compro. Tampoco los pido prestados, mi parte intelectual es antisocial. A veces trato de hablar con personas más mitificadas a ver si las contagio un poco, pero me parece que solamente las deprimo. Perdón, ¡no es la intensión!

 El café está helado y no hay forma de cambiar de humor con algo tan feo. No miro el reloj aunque ya debe ser tardísimo para entrar a cursar. -¿Así que lo más interesante que hiciste en la semana fue desperdiciar tiempo tomando un café muy feo?-No. Más interesante que eso puede ser cualquier pavada, como que tenga que ir a hacer un trabajo práctico a una iglesia de Olivos el domingo, que haya tenido que trabajar de madrugada por ser el “día de Internet”, o hasta mis oleadas de mala suerte y conversaciones bizarras sobre hoteles y marcianos. Pero lo que me llama la atención es que aunque no tenga ganas de hacer nada, siga teniendo ganas de sentarme a tomar un café. Eso sí es un misterio. Algo de mito, después de todo, debe haber en esta mesa.

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