31.12.14

Final de fiesta

Última función oficial de un año que estuvo todo el tiempo terminando, y empezando también. Brindo por otro así, o por otro completamente diferente; que sería exactamente lo mismo. 

Brindis en Moscú. De despedida o de bienvenida, daba igual

30.12.14

Gramáticas

Esa amiga tuya
tuvo que elegir
entre corregir una tilde mal puesta
y conservar su dignidad.
Y adivinen que eligió.
Jura,
perjura
que lo hizo por la lengua
que no quiso nada más.

Historia que casi no pasa

Cuando cuento que estuve en Rusia, hay una historia que casi siempre cuento primera. La historia de cuando me quedé sin casa. La conté tantas veces, que estoy segura de que algunos detalles son inventados. La anécdota básica es que me tuve que ir del hostel en el que vivía, y la organización con la que iba de intercambio me trató de encontrar casa, pero la que me encontraron me dio miedo. Era de un chico que dijo que quería hospedar a alguien, pero con la condición de que fuera una mujer, y que además no sea de China ni de India. Indignada, y después de comprobar que amigos de todos los países estaban de acuerdo con que era mala idea mudarme, dije que a esa casa no iba. Así que todos se pusieron a buscarme un hogar.
Terminé viviendo en la casa de Katya, una amiga que además era la recepcionista del hostel, y su amiga Alyona. Son dos personas hermosas que ahora, a pesar de la distancia y el tiempo, sigo considerando grandes amigas. 
Depende a quién le cuento la historia, hay detalles que a veces cuento y a veces no; como que las chicas compartían el departamento con dos señoras soviéticas que se negaban a aceptarme porque, la última vez que se había quedado alguien, habían terminado seis brasileros viviendo en su casa; o que, en realidad, hasta ese momento con Katya todavía no eramos tan amigas, pero me ofreció su casa porque en el hostel yo siempre lavaba los platos. A veces también exagero y cuento que pasé todo el día dando vueltas con las valijas por el metro, planeando formas de colarme para poder pasar la noche en la estación de Arbatskaya. 
Pero de todas las cosas raras que pasaron ese día, hay una de la que casi me había olvidado. Por algún motivo, es un detalle que no incluyo, cuando lo cuento, en ninguna de las versiones. Apenas había vuelto a pensar en eso hasta hoy. Justo unos segundos antes de que lo hiciera mi amiga Katya, otra Katya también se había ofrecido a hospedarme. Todos mis conocidos (algunos rusos, pero la mayoría colombianos, hindúes, chinos), estaban buscando un lugar para mí, y mi amiga Sasha, rusa, que no tenía lugar en su departamento, había convencido de ser mi host a Katya, una amiga suya de la universidad. La coincidencia era entendible porque casi todas las rusas se llaman Katya, Alyona o Sasha. A mi los tres me parecen nombres hermosos. 
Cuando Sasha me mandó un mensaje contandome que podía quedarme en lo de una amiga suya, sin dudarlo le dije que sí. Ella es muy correcta y perfeccionista, y me mandó un mensaje que me pareció muy gracioso, que decía algo así como que podía quedarme con una amiga suya, si no me molestaba que fuera desordenada, que tuviera para mí un no se qué en vez de una cama, que tuviera un gato, y que tuviera rastas. Apenas me lo dijo le respondí que sí y acordamos vernos las tres al día siguiente. Eso era un poco problemático, porque no tenía a donde ir esa noche, pero bueno, ya vería que hacer. 
Por diez minutos me imaginé como sería esa otra Katya;  esa chica desordenada y de rastas que era amiga de Sasha, que es tan detallista y racional. Me imaginé qué razones habría tenido para decir  que sí, de la nada, a la idea de hospedar desde el día siguiente a una desconocida. También pensaba que no había visto ninguna rusa con rastas en el mes y medio que había pasado en Moscú. Me empecé a imaginar las historias que iban a pasar en esa casa, con esa amiga nueva, con la que me iba a ir a vivir de repente, en las tres semanas de viaje que me quedaban. 
Pero no pasó nada de eso, porque alguien vino de la cocina a avisarme que me quede tranquila, que "nuestra" Katya ya había hablado con Alyona. Que habían convencido a las vecinas, y que me iban a estar esperando en Bedenjá en 40 minutos para llevarme a mi nueva casa. Así que ahora, a falta de una, tenía dos Katyas que me ofrecían un hogar. Ninguna sabía de la otra y ambas estaban esperando respuesta, así que decidí rápido: mejor Katya conocida.  Le escribí a Sasha que le agradeciera a su amiga, que ya no iba a necesitar su ayuda, porque al final podía quedarme con una amiga mía. Me mude esa misma noche. A la otra Katya, nunca la conocí.
Desde que me fui a vivir con las chicas pasaron un montón de cosas. Perdí unas entradas del Bolshoi, casi pierdo el pasaporte, me perdí en un universo paralelo yendo al supermercado. Charlamos mucho mezclando tres idiomas, nos hicimos muy amigas. Las señoras compañeras de piso, que primero no me querían, terminaron cocinandome millones de panqueques de despedida, que tuve que comer en cinco minutos porque hablando en un ruso cavernícola nunca pude explicarles a qué hora salía mi avión. 
Si decidía por la otra Katya; si contestaba en el hostel que no se preocupen, que no molestáramos a las vecinas, que mi amiga Sasha había arreglado para que me instale en lo de una amiga suya, nada de eso hubiera pasado. Esas historias que conté miles de veces y me siguen haciendo reír, hubieran ido a parar a algún lugar en el que están las historias que nunca sucedieron. 
Pero al mismo tiempo, en ese universo paralelo, de situaciones que no fueron, seguramente hay un montón de historias geniales, e incluso una amistad, que me perdí. Siempre me quedé con la intriga de saber como era la otra Katya. 
Hoy, casi un año después, Sasha subió una foto con ella a Instagram. La reconocí por las rastas. De fondo apenas se ve una habitación medio oscura, pero bien podría ser la que estuvo a instantes de ser mi casa rusa por casi un mes. 
Cuando me di cuenta de que era ella, me quedé mirando la foto un ratito. Tiene el pelo rarísimo, con rastas hasta la cintura pero que además están como cubiertas de hilos de colores; rojos, blancos, celestes, azules. La miré a los ojos, a través de la pantalla, y le pregunté si ella alguna vez había pensado en esto. En cómo hubiera sido ese enero, si la chica rara que viajaba sola desde Argentina hubiera aceptado instalarse a vivir con ella. 
No me contestó nada, pero me pareció que por un segundo se me filtró un recuerdo, como si viniera de otro planeta, de una noche caminando por Park Pobedy con una chica de pelo extraño, riendonos, buscando por el piso nevado alguna cosa importante que a mí seguro se me habría perdido.
El Kremlin atrás de unos árboles con luces de navidad. Enero o Febrero de 2014.

28.12.14

Común de los comunes

Te prometo que ya no voy a hablar 
de mar cuando esté en la orilla
ni de vértigo cuando esté en la altura
ni de vos cuando te extrañe. 

Que a los lugares comunes
vayan los que la pasan bien
como esos nenes
que corren por la playa.

Dos

de acá borré un poema horrible que vi por casualidad.

En la playa

Llamó tu infancia
por teléfono y dijo

que sí le gustaba el mar
que no le gustaba estar sola.

24.12.14

Me dijo un racionalista,

que no quisiera él hablar de amor 
porque casi siempre se parece al ajedrez
y para eso
prefiere el ajedrez
que tiene reglas más claras 
y un par de trucos.
Pero después
me confesó que a veces
cuando se parece más a la mancha
o las escondidas
y los otros juegos de la infancia
le gusta un poco
o le gusta mucho
y que la tentación es grande
y que íbamos a tener que hablar. 

23.12.14

Castigo

Como venganza,
agarré tu libro favorito
y leí sólo el final
y después
algunas páginas sueltas
por último
un resumen en wikipedia;
fue lo menos dulce 
que se me ocurrió.

22.12.14

Prestá atención

Vas a ver
que en estos días
envejecí 100 años
pero también
me compré esas colitas con moños
para que no se note.

Nubes

No sos quien pensás.
Dicen a veces que sos lo que pensás:
lo que pensás a la mañana, 
lo que pensás antes de acostarte
lo que pensás cuando lavás los platos.
Pero me parece (el horror)
que sos sólo quien te piensa.

Contrario de las coincidencias

El mundo 
es una cadena infinita
de ilusiones desencontradas.
En cada carcajada de más
en cada mechón mal peinado
en cada heroísmo pagano
en todos los gestos
que preparen tu huida
ahí estaré.

20.12.14

El sueño de la jipi

Tengo un pasaje
 que es sólo de ida
mamá se aterra
 pero yo le digo
que todos los pasajes son así. 

18.12.14

En la familia

Dicen que no vienen solas
y que somos todas
medio una desgracia.

17.12.14

Después temblé

Ya comí dormí tomé respiré llamé contesté. Gotitas en los ojos. Expliqué acerté pregunté acepté inventé. Ibuprofeno. Cociné ordené revisé. Una lista. Cigarrillos. Caminé empecé distraje animé. Un beso. Ya subí bajé lugar común volví me fui reservé. Tres pasajes. Resoplé me caí me contracturé. Serví el jugo. Pensé arrepentí pregunté pagué. No cancelé. ¿Fecha de nacimiento? Ya creí descreí mentí prometí. Ya todo hoy. Infinito hoy. Todo eso hoy. Pero no temblé. Después vos. (Después pensé renegué aguanté no aguanté). Imaginé. Después vos, (después no),
                                                                                          después temblé. 

Recreo

Me gustan más
los filósofos que los sociólogos
así de claro
está todo lo demás.

Me preparé la cena
con té y un alfajor
ahora cuido
de mí y de unos cobayos. 

15.12.14

Engendrados mal

Esto no es tuyo
esto no es mío

¿cuántas generaciones tarda
en diluírse un gesto?

extingámonos

que si no pasa por la sangre
nos pasa por el aire

pero pasa 
y no se pasa

¡hace un planeta entero
que no se nos pasa!

todos los reyes del mundo
vieron que no se nos pasa

te vas a tener que extinguir
o nos van a tener que acunar

como engendros

entonces que lo hagan,
porque engendros
ya somos. 

14.12.14

te agradezco

Lo que hay que saber
no me lo vengas a explicar,
ya me lo contó el cine.

Contame
lo que no se puede. 

Umbral

aunque avise igual traiciono, 
digo yo.
pero te cuento
si abro esa puerta
(que no te abrí)
y entran
el pueblo entero y uno más, 
es nada más
porque el mundo entero no es peligro.
saldrán como entraron.
en cambio vos...
si vos entrabas:
era inevitable el cortocircuito
si vos entrabas:
se caían los telones, se cortaba la luz. 
si vos entrabas
no salías tan fácil,

Y no entraste. 

12.12.14

Puros cuentos

Que llueva, 
     que llueva un argumento.
  Este cuento,
sin contexto
         es tan vacío.
Pero también, 
    la historia
      es quien la narra.

Mamá y papá se conocieron en un boliche.
Pero papá cuenta, que cuando la vio, 
le leyó en la mano
que se iban a casar. 

     Yo probé
contar mal
   para no querer.
De tanta mala gramática, 
     ¿Me acostumbré?

Si lo cuento de otra forma, 
                                          ¿Te querré?

anacronismo

Traición chiquita, 
¿para estar a mano?
No creo
que haga lo mismo
veinticinco veces

ni siquiera
dos.

pero entonces, 
qué vamos a hacer.

todo afecto
es un poco anacronismo,
digo.

11.12.14

Té con limón

Vamos a curarte, de igual forma que las abuelas curan un resfrío (con un cuento, en la cama, y un té con limón). Porque tu pena también es un germen, porque la gripe es también alma fría. Vamos a hacer lo mismo que, aunque reniegues, hicieron todas tus madres. Enseñarte más palabras, enseñarte más historias, enseñarte que nada en el universo es más rico que el sabor agridulce exacto que la abuela lograba en tu té. 

Charla de verdulería

—Me dijo un amigo que está preocupado, que ayer te vio tratando de revivir a un alcaucil. 
—Decile que sí, que ese era yo.
—¿Y qué le digo si me pregunta si funcionó?
—Decile que sí, aunque después se cayó.
—¿Cómo que se cayó?
—Al revivirlo, se largó a caminar. Alcaucil que camina, alcaucil que se cae.
—¿Y cómo está?
—Medio roto, medio chamuscado. Pero así está mejor. Imaginate. Estuvo muerto, y peor que muerto. Secuestrado, encarcelado, actuando de zanahoria, después congelado. Disecado, empaquetado para ensalada y para sopita instantánea de la China.
—Medio roto está mejor. 
Sí, mi alcaucil, medio roto estás mejor.

No es abajo

Me contó una amiga católica, que el infierno no es más que un cielo con distancias. Como la distancia entre la casa de madre y el baño del local de choripanes de santa fé y juan b justo. Como la distancia entre los ukeleles y la página cientoveinticinco del libro de Benjamin. Como la distancia entre la luna y la luna nueva. Como la distancia entre las papas al horno y las oreos con yogurt. Como la distancia entre el ruedo del vestido y los flecos de la bufanda azul. Como la distancia en bici entre morón y chacarita. 
Y mucho más grandes, que las distancias entre caracol y un beso, entre canchera y ternura, entre pestaña y uña, entre guitarra y vino, entre ventana y puerta. Todas esas distancias, supe haberlas atravesado.  Por eso, por favor, la próxima vez que me mires, tené la decencia, de no tener miedo, de arrastrarme a ningún lado.


10.12.14

Domingo

diosa
que nunca descansó
que el sábado salió
Y el domingo 
en la crisis 
de las siete de la tarde

derribó la creación
con un sólo estornudo.

Descansar

(sos) revelación
porque derroche
es revolución.

vamos a dormir
que mañana nos toca
terminar con todo.

Colgué
nunca te hice un té
ni te enseñé tu nombre en ruso.

Figura fondo

Antes, cuando estaba triste, pintaba un mundo de colores. Pintaba unos ojos grandes, de pupila enorme, que miraban desde las paredes y envolvían el planeta. Pintaba peces gigantes con pestañas y alas que revoloteaban entre planetas anaranjados, llenos de cráteres y de montañas y de luces como las de la luna. Antes pintaba lunas con geografías, y hombrecitos chiquitos que las caminaban; y que las trepaban, y que tenían sogas para ayudar a otros a trepar. Antes, cuando estaba triste engañaba al estómago con lágrimas de fuego y vestidos de flor. 
Antes decía que la mirada era un viaje y lo infinito un tesoro, que los universos se conquistaban y que abajo del agua lo ahogado florecía. Antes las tristezas eran más hermosas, porque me parecía todavía que las pestañas mojadas eran igual de enormes que las olas del mar. 
Antes me inventaba, el día en que se desencadenaba la tragedia, una ventana de cristal que me metiera el sol en pedazos y a la fuerza, porque venía por delante toda la vida y no teníamos tiempo de detenernos a llorar. Antes tenía una hamaca paraguaya y una sábana verde esperando que el mundo le hiciera justicia a lo que esperaba de él. 
Antes hacía todo eso, sólo que no me daba cuenta, y pensaba que era simplemente la nena de los crayones, que mata el tiempo porque no se cree el cuento de que la infancia es hermosa, y espera otra cosa que debe estar por llegar. Antes, los mundos deformados me brotaban, porque tenerlos cerca para escaparme lejos era una necesidad permanente. Antes dejaba los mundos ahí tirados, decía que yo no podía escribir historias, porque ninguna historia, ni siquiera de cerca, me había rozado. 

Después, algunos días, de algunos años, el planeta emburbujado se me desarticuló. Después, en un tiempo, las palabras nuevas se me enredaron en las viejas y después se desenterraron; primero me invadieron, después me abandonaron. Negué, volví, creí, olvidé. Aprendí, retrocedí, inventé, acepté aceptar. 

Mañana brindo: por tus tres renglones, por mis cuatro líneas, por un dibujo abstracto, por los colores pasteles, por un círculo dibujado con desidia. Por las primeras renuncias, por los primeros arrepentimientos, por la promesa única de morir sin hacer nunca una promesa. Por un ticket de supermercado, por el poco lugar de una silla, 

y porque tuve Rusia, tuve el viento, tuve miedo, tuve barro... Y tengo historias que contarles, a los nietos, que mi historia dice que no voy a tener. 

6.12.14

Rewind

El universo esto, el universo lo otro.
La plaza está llena y vacía.
Me pasé desde la infancia a hoy
tratando de rebobinar un cassett con un lápiz

Me parece 
que ese pedacito de canción que buscaba
ni siquiera existía
pero puede ser peor,
quizás de tanto pasarlo
trantando de repetirlo

La mejor parte 
(de todo)
se gastó.

La niña nueva

es tan humana
que se parece más a un perro.
se acurruca al lado nuestro
haciéndose chiquita,
muy distinta a esa forma
de agarrarnos
como si fuéramos a escapar

como un perro
ofrece y regala sin esperar nada a cambio
mira con ojos
de pedir lo imposible
y cuando se asusta
me da vueltas
y vueltas
y vueltas alrededor de los pies

es tan transparente
y tan persona,
que 
como un perro
vibra de contenta
y tiembla cuando llora

es tan humana, 
y tuve que contarte una vez
que no me gustan los perros
que hubo miedo de mamá
y un perro en la pileta
y un primo indiferente

y no hubo nada que hacer.

nunca pudieron gustarme
nunca pude encariñarme

no más que eso,

quizás así lo entiendas.

5.12.14

Miles de años

Sus hijos fuman y lloran
y el siglo veintiúno 
sólo les pregunta porqué fuman.
Desde que el mundo fue ateo,
algún no-dios decidió por vos
y decidió por mí
que me sonaría a pecado
disfrutar de tu sonrisa
cuando no fuera capital.
En ese invierno
fue que cometí 
el error de confesarme
frente a un cuerpo inconexo
que no entendía de secretos
porque aún creía en verdades.
Llovió alguna palabra
como cariño, ofrenda,
química o intemperie
y al campo semántico
le sobró un mundo. 
De todo tipo de exceso
ya aprendió el siglo
como desintoxicarte, 
pero del de sentido
parece que todavía
sólo pueden librarte
(sólo un rato,
sólo en cóctel),
todos los demás.

3.12.14

También es filosofía

Dice Camus
(dice, en realidad, un twittero
que dice Camus)
que nos mentimos dos veces sobre cada persona
(una a su favor, 
y una en su contra). 

Otro dice, 
que la vida son un par de cosas
como la primera vez 
que ganaste el buscaminas
y después
todo son intentos 
de recrearlas. 

Dicen también: Cuidado con lo que imaginás
¿porque se puede cumplir?
No.
porque puede cambiar,
y la próxima vez
que mires esos ojos 
quizás se hayan convertido
en una foto
de algo que ya no existe
inmortalizada por un filtro de Instagram.

O tal vez
tengan tanto en común con vos
como tienen dos cuervos de lejos
con un plato volador:
dos puntos negros
y un montón de mitología alrededor. 

2.12.14

y dale con diciembre

Diciembre 
es diciembre 
aunque no haga calor.

Y yo soy yo
(la pesimista)
aunque no tenga más 
angustia existencial.

Hay cosas que no cambian
pero son esas.

Lo demás, 
las magias cósmicas, 
las supernovas

se desvanecen. 

29.11.14

Emoción violeta

Las ganas de llorar, el impulso asesino
la seducción con el drama
el coqueteo con el odio

Una planta que cuidar
la emoción viole(n)ta
(todo lo que antes no estaba)

Cosas que no sabés
si perdonarlas
o agradecerlas. 

Capelinas

Tantas veces pensé
que había encontrado mi sombrero
que ahora que lo encuentro,
ya no lo quiero.

Tanto hablaron las vecinas
de que me quedaban mal,
que ahora los rechazo todos
no los tengo que probar.

25.11.14

Fuegos

Alguno dijo que tenían que hablar. Antes de que conversaran, él insistió en preparar la cena. Ella asintió.
El quemó: la sartén, las arvejas; el mango de la sartén, la cuchara de madera, la paciencia de ella, la posibilidad de una charla tranquila, su propia lengua, y el filtro del extractor.
Y después, ella quemó: un cigarrillo hasta la colilla, la suela de su zapato, el borde de una cortina, el recuerdo de su primera salida, y todas las cosas que había guardado de él.


24.11.14

No es un golpe bajo.

No te confundas. Amar le encantaría. Pero no quiere ni con las reglas de hollywood, ni con las de disney, ni las del mainstream. Otras no encuentra, esas las impregnan, están por todos lados. Sólo por eso se retiró de la escena y ahora se dedica, en un mundo paralelo, a jugar con las palabras, a estirarlas y enroscarlas hasta que duelan; creo que en el fondo lo que quiere, es encontrar otras formas de llorar. 

20.11.14

Lunas nuevas

Todos hablan de la luna llena
algún hipster del cuarto menguante
pero la luna nueva sabe
que es la más linda
porque no está. 

19.11.14

Las pibas

¿Sabías qué? Cerveza en ruso se dice piva
En el año de las pibas y de las sashas hay una chica que baila adentro de un cuadrado. Habla de gatos y pienso si es la misma que hablaba de gatos adentro de un cuento que le escribió otra.   
Tiene alpargatas de jean y lee un beso. Lee un beso y un cuerpo y dice que sí, que podría ser ella.
Tiene un alpargatas de jean, y en su murmullo me vuela una frase (qué va a volar, me la traen los cables). Vuela una frase y es tuya. Y aunque no entiendo, sé que es un secreto. Un secreto, y una guía, y la reina de las frases de la noche, por más que sea noche de cínicos y de poesía. Y quiero con todo. 
Quiero con todo.
Con lo malo.
Con la piba.
Con la ausencia.
Los silencios no podían romperse hasta Navidad. ¿Navidad? Bienvenida a la navidad. Fin de año: el mío se terminó. 
Diciembre que me atropelle, enero que me atropelle. Marzo abril mayo junio todos. La piba tiene alpargatas de jean.
La otra piba también tenía alpargatas de jean.
El río se los llevó a todos.
Bailan adentro de un cuadrado.
Después, mañana, se van a morir.

Poca reina

Tengo un lugar privilegiado
soy la que se sienta en el umbral

                                  del parabrisas 
                                               del bondi.
Atrás
Atrás del caño
Arriba del escalón
más arriba,
donde está el motor.


vueltacasa.

La puerta está lejos
desafío ladrones
desafío accidentes
Saco fotos
escucho rock.

escribo un cuento
me acuerdo de córdoba
Fantaseo con tóxicos.


Envidio a la chica
del beso casa.

18.11.14

(no) cualquiera

¿Algún que otro espejismo?
Terciopelo tenía razón.
los meses matan
después reviven.
Terciopelo está de vacaciones
(vacaciones del trapecio)
Ay, 
si tuviéramos ese departamento
Ay, 
si tuviéramos algún sueño.


Terciopelo extraña el verano 
extraña el futuro
desde que lo soltó.
Cayó desde muy alto
sin colchón que lo amortigüe
ahora eternoretornea
dentro de un collar de perlas.
Terciopelo tenía una cama
una lámpara
un edredón
dos estanterías
con peluches y libros.
Sabe que la esperan.
Piensa que la esperan. 
Los meses matan
revivir es de zombie
los zombies de ciencia ficción 
sus veredas melodrama. 


17.11.14

Contemporáneos

Ay,
No leas como filosofía la filosofía
Y mucho menos la tuya
Y mucho menos la mía,
Que la única filosofía es la contradicción

.

Función fática
música rota
mate cocido
brujería 
(que no funciona)

16.11.14

Sin crónica

Es muy de perder con el ancho en la mano
De llegar al 24 de diciembre con resaca.
El reloj de arena roto
Y del biológico se mata de risa.

15.11.14

Vértigos

Estoy sentada en la zona segura del techo, espalda en la pared y más de 10 centímetros de cada orilla, como debe ser.
Pero en realidad estoy ahí, parada en un pié en la esquina, haciendo equilibrio con los brazos y tambaleandome como la antena de televisión del vecino, entre la zona segura y la nada.
Entre trabajos que prometen y estabilidades inalcanzables, entre charlas de ayer y diálogos imaginados con poquísima fidelidad, entre el optimismo de que con alguna iluminación llegará alguna ilusión y el pesimismo de saberme desde siempre adicta a llegar al borde y retroceder. Entre escribir un cuento y terminar de leer Bourdieu, que es la misma discusión. 
En un pié, tambaleandome en un borde.  Como estuve siempre.
Cómo lo decidí siempre. 
Porque está claro que prefiero el techo a la comodidad del living.

11.11.14

Ojalá que

sólo aprehendas la coherencia para vivir tu irracionalidad
sin lapidaciones

10.11.14

Cosquillas

El último rayo de sol marciano marciano de marzo dejará ver donde están sus pies. Mientras tanto, los cuerpos se acostumbraron a los inviernos. Pero un bicho de luz volando a tres milímetros de su cara, una gota de jabón haciéndole arder los ojos: todavía se pueden sentir cosas. 

9.11.14

Quemar el tiempo

Me sobra memoria RAM (en la cabeza), como para no cerrar esa ventana. 
Salgo a correr, salgo a tomar.
Para quemar (sin orgullo) energía y neuronas.
Siempre encuentro (engendros, sociedades, organismos unicelulares) a quién echarles las culpas. 

Todos los galpones

¿Te acordás la valijita esa de camping? El otro día la encontré. 
Andá a buscarla, está en el galponcito.
(ordena una tía).

Un día de noviembre, da igual si hubiera sido de marzo (no daría igual de ser diciembre o el mes de su cumpleaños), la señorita visita una casa, exactamente el fondo de una casa, porque la casa ya la ha visitado otras veces. En verdad el fondo también, frecuentemente, pero sólo ahora le pone atención. Ignora las 73 veces que hubo en medio (no significaron nada) y compara esta última, con una tardecita de algún año de entre 1994 y 1998, tarde que pasó en ese mismo patio, aunque a decir verdad era el patio de otra casa, pero los patios no pertenecen a las casas, sino a las familias que los habitan, y ellos se habían ido desperdigando por la ciudad y llevándose el fondo de la casa con ellos.

Busca la señorita similitudes y diferencias en los patios.

La enamorada de los muros se desprendió por su propio peso en lo alto y dejó un amplio espacio en el que se ve la pared ayer-allá blanca ahora-acá de color gris hongo. Si se toca, se cae un pedazo, quizás la pared no existe, es sólo polvo y raíz de enredadera esperando ser desmoronado por la manito ahora mano que no se anima a tocarla porque entiende su uña larga y pintada de violeta tornasol como la mayor de las amenazas a lo que queda de ella. 
Tres girasoles de esmalte sintético, que estuvieron alguna vez pintados y amarillos en la pared adyacente, ahora son un polvito amarillo sobre el suelo, y sobre la violeta de los alpes. 
La violeta hoy crece raquítica regada por el pis de los caniches. Un día creció violenta, alimentada del pekinés que descansa abajo de ella. Nadie vaya a recordar el trágico deceso de la primera mascota familiar. Y nadie vaya a notar que un caniche es la única cosa que puede ser más fea que un pekinés. Los perros, al final, son rasgos de época. 
La calesita de colgar la ropa fue el peor pero más tentador de los escondites, porque esconderse atrás de las sábanas te deja ver los pies, pero la sensación de envolverse en la sábana enorme, húmeda, blanca y con olor a jabón no puede resignarse para esconderse abajo de una mesa. La calesita sigue estando, pero ahora tiene cosas colgadas y es un macetero vintage. El reciclaje es tal vez más feo que una cruza de caniche y pequinés. Parece que todo lo que hubo no está más, o en todo caso perdió su esencia.

Se abre la puerta, la tumba el olor a galpón.

Que golpea y tira al suelo a cualquier alma distraída con la misma contundencia que lo haría una de las latas de pintura rancia si el estante se venciera y se le cayera a la señorita encima, o como si la escalera de doble hoja a la que siempre le quedó una sola perdiera el equilibrio al ser rozada por un pié. 
El olor del galpón es el mismo que el del otro galpón, el de la casa suya, la que no puede visitar porque vive adentro, y por estar tan cerca no puede notar como cambia. El olor del galpón es el único, inconfundible, olor de todos los galpones de esa familia. 
El olor a todo lo que tiran, a todo lo que esconden, a todo lo que ya no sirve y sobre todo a lo que se guarda porque algún día va a volver a servir, porque les costó mucho esfuerzo, y en el fondo porque le tienen cariño. Como un balde de la pintura verde agua con la que pintaron la habitación de la señorita en 1996, o la rosa viejo con la que decoraron la de su prima en 2002.
 El olor del oxido de los cadáveres de las sombrillas y las reposeras que los vieron odiarse amarse y gritarse en todas las localidades de la costa atlántica y del más allá, del verano en Brasil en el 98. El de la valijita de pesca que ese año no usaron. 
El olor al galpón es único e inconfundible y es sólo de ellos. Les pertenece. Porque aunque fuera el mismo de todos los galpones de todas las familias de todos los universos, aún así no lo sabrían, porque nadie puede, nunca, meterse en un galpón que no le pertenezca. Si alguien entra al galpón de otro, es porque ya se está metido en esa familia de cabeza, y los restos de sus vacaciones y sus reformas y de manteles reutilizados en todas sus fiestas de casamiento ya le pertenecen. 
Curioso le parece a esa señorita que el olor del galpón sea el mismo aunque lo que se entierra en él se acumule con descuido, y que el resto del fondo, la pileta el parque la enamorada, hayan cambiado tanto a pesar del esfuerzo y la constancia de que la apariencia continúe siempre igual. 
Piensa un ratito en la idea de que lo que no cambia nunca es lo que se deja crecer, y en cambio lo que quiere conservarse se desborda. Pero al rosal lo dejaron ser y se trepó a la medianera, se enamoró de los perros y después se secó. Y al limonero, a ese lo cuidaron con éxito.

Vuelve triunfal la señorita con la valijita que fue a buscar.

Con la sensación de que una caja de herramientas oxidadas se le cayó en la cabeza, pero con una rara certeza de refugio. De que en veinte años, haya sido lo que fuere, de la familia, de ella, e incluso de esas casas, va a tener siempre a donde volver. 
Porque hay cosas que cambian y cosas que no cambian y no hay ningún tipo de lógica que permita predecirlas, pero el galpón de la familia permanece: así sea que se lo lleve en una caja a algún extremo de Asia al que se vaya a vivir cortando todo lazo, el galpón se las va a ingeniar para instalarse en cualquier cosa a la que ella decida llamar casa, así como se instaló en el fondo de la casa nueva que construyó la tía. Así funciona. Uno se lleva un fragmento de la vida de la familia, que puede ser la valijita que la mandaron a buscar y ahora va a llevarse,  esa será su piedra fundacional. 
Todo lo que descarte y lo que acumule de su vida y de las que se entrecrucen con la suya va a tomar, tarde o temprano, el mismo olor a familia, el olor a todo lo suyo y a todo lo heredado. A lo amado y a lo odiado. A lo que quiere guardarse y a lo que quiere olvidarse, que termina siendo lo mismo y que convive en el mismo lugar. En cualquier lugar que ose llamar casa, alguna habitación o al menos un armario se las va a ingeniar para ser el galponcito, el mismo que estuvo en su casa de la infancia, en la casa de su tía, que estará en la de su hermano, que habrá estado en la de la bisabuela, que habrá venido de Italia y que seguramente, por más que lo intente, por más que cambie todo hábito y que limpie y se mude y ordene, no se va a extinguir con ella.

Quedate vos la valijita, lindo recuerdo

(sentencia la tía).

7.11.14

Historia triste

Era él
futuro nada más
y vos lo convertiste
en esa cosa que se la pasa
despegotiándose los recuerdos
del interior poroso de los huesos del cráneo.

Mañana

Me quiero ir a vivir
al epicentro
(del terremoto)

Mochilita

Vacío la cartera de lo que te olvidaste adentro,
para que entres vos.
Pero ya te perdiste.
Te alcanzaron los juguetes
que llegaron latiendo
mientras yo esperaba
que me den cuerda.

Se llenan de a poco el mundo y mi cartera de amenazas,
cosas que caminan y que hablan
y que tienen una piel
y una cobertura blanda.
Se llena la cabeza
y después la vacío
para que entren ellos.


6.11.14

Caramelos ácidos

¿Quién te guiona la vida? Ayer me pareció que la mía era un mamarracho, que la habían escrito borrachos Capusotto y el Raví Shankar.
—El Raví no puede beber. — me corrige el libro de Historia que tengo entre las manos. Se pone serio y me da un sermón, y después se abre en una página que habla de batallas perdidas y me dice que la tengo que leer.
—Más allá de que mañana tengas exámen, la batalla de Cepeda la debería entender cualquiera — Me comenta el resaltador.
Desde anteayer que charlo con ellos.
Desde que vi en Internet tu foto mostrando un nuevo amor.

[...]

Para leer entera esta historia de objetos que hablan y personas que se los comen, tienen que entrar a Historias para leer en el subte, donde pueden encontrar además un montón de historias lindas, mías y de otras autoras. 

2.11.14

peli de terror

suenan igual
la pava
y mi panza
con acorde de lluvia

que la banda sonora
de cualquiera de Hitchcock

30.10.14

Mesa dulce

Los zombies están por todas partes. Este sábado los vi en el cumpleaños de mi prima. No eran como en las películas: su estado no era irreversible, y su ropa no chorreaba sangre. Al contrario, eran imperceptibles y estaban elegantemente vestidos. Se camuflaban tras reglas de cortesía que lo hacían ser, (y no solo parecer), personas felices. Comían, bailaban, charlaban. Eran tan lindos que combinaban con la decoración, conformada, entre otras cosas, por una mesa blanca cubierta de golosinas decoradas con etiquetas de color rosa.

El primer indicio de que la horda zombie atacaría fue la mesa dulce. A la primera señal de que los postres ya estaban sobre ella, todas las actividades se suspendieron y todos se pararon a luchar por el mejor lugar en la fila. Quien ganara la competencia se llevaría el bien más codiciado, los brownies de chocolate. Los que no estuviesen a la altura deberían conformarse con un poco de mouse o tarta de frutillas. Lentamente volvieron a sentarse y retomaron sus actividades.

Pero aún quedaba otra mesa. No era a simple vista tan deliciosa como la mesa dulce. Además, después de comer tanto, nadie necesitaba caramelos. Eso parecía. La fiesta transcurría alrededor de la mesa de golosinas ininmutable, cubierta de chupetines y pochoclos con etiquetas rosas y blancas, que nadie deseaba. Hasta que a alguien se le ocurrió preguntar si ya podía agarrar un chupetín en forma de corazón. Y ahí se convirtieron en zombies.

Las masas de vestidos largos y traje se levantaron corriendo a competir por el mejor paquete de gomitas y por la mayor cantidad de pochoclos. No importaba más nada, el único deseo de todos era comer, gomitas. O al menos juntarlas. Con la ropa desaliñada y los brazos llenos de golosinas, algunos iban saliendo y se refugiaban con los tesoros obtenidos, escondiéndolos de los demás. Ya nadie necesitaba hablar. Ya nadie quería otra cosa. Los zombies sólo necesitaban azúcar, y con este acto terminó la fiesta. Creí que yo no formaba parte de ellos. Hasta que me descubrí abriendo un discreto pero rosado paquete de tic-tacs.

Podadora

¿Por qué tan enredada?
Culpa la enredadera.
¿Por qué la indiferencia?
Porque la lana que guardo en un cajón, a ver si vuelvo a sacarla algún día, es todo lo que quedó del verano. Pero esa sobra del verano, es lo único que me dejó esta década.

29.10.14

Juguetería

Jugabamos a que la cuchara era un muñequito. Era un superhéroe, y podíamos ver hasta la capa invisible con la que volaba por arriba del puré.

Los chicos nuevos tenían transformers-auto-power-ranger. Pero igual, a veces los metían en el puré, y jugaban a que el power era una cuchara.

Ojalá tu hijo...
Sepa usar la tablet como barquito en la bañadera. 

Rasgo en las retinas

Todo es mentira, y aún así, no puedo dejar de arrancarme los pedazos por las farzas y La Farza. Todo es mentira y aún así, mataría, con tal de no cruzarme desnuda a la verdad, aunque no exista. 
Todo es mentira, y menos mal, porque imaginate cuánto dolería si tuvieras que tomar algo de esto con un mínimo de seriedad.

28.10.14

Por sus calles

Te regalan una flor y te la cobran
en alguna de las bocas que salen de ella.

No somos sus hijos
pero sí sus engendros
¿Quién puede culparnos?

Por no saber amarla
y tampoco amar nada
que esté lejos de ella.

25.10.14

Maratón

Quiero que salgas a correr y te canses como un perro. Yo salí a correr al Word y quedé como un trapo de piso. Quise cansarme hasta quedar descerebrada. No funcionó, era un trapo mojado pero que aún latía. No es lo mismo descerebrarse que andar con la cabeza perdida.  Perdida como esos perros que llevan a caminar en círculos por alrededor del parque, perdida como los que corremos en círculo a ningún lado y los que andan en bicicleta fija. Porque esos están perdidos, los que corren para no llegar. No los que se pierden por el mundo y por otros mundos, ni los perros solitarios que vagabundean por las calles. Perdidos están (estamos) los que no vamos a ningún lado y por eso (perdón) ya no puedo quedarme quieta. No me sale esa mentira de correr a toda velocidad pero llegando cada cuatro minutos de nuevo a la garita que marca el comienzo de la vuelta. Y no te quiero ver corriendo a toda velocidad una carrera que te traiga cada cinco minutos al comienzo de mis vueltas. Perdete, corré de verdad, corré a donde te lleve tu camino que yo me perderé en el mío  
                                                                                                    y algún día
                                                                                                          quizás me alcances
                                                                                                              quizás te alcance
                                                                                   pero sólo después de ser perros perdidos. Porque ya te dije: si supiéramos a donde vamos  no iríamos a ningún lado. Como todos ellos, que pasean los perros alrededor del word
                                             y caminan
                                                y caminan
                                                      y caminan
Y llegan todo el tiempo a la misma esquina de Portela y Coucheiro. Y después se desprenden y vuelven a sus casas, pero no vuelven porque nunca se fueron, y vuelven a sus cabezas, pero tampoco vuelven, porque nunca se las desprendieron. Y le dan agua al perro que está cansado y no sabe porqué caminó y caminó y volvió al mismo lugar. Y desde lejos, desde la luna, me saludás. Quizás vaya a llover, y nadie le de vueltas al Word por un par de días. Me gustan las lluvias constantes porque esa simulación queda suspendida y sólo caminan los que tienen a donde llegar.
                                                                                              (y los perros libres)
                           Me saludás desde la luna y sos pura tormenta que me mira.
Sos pura tormenta y por eso sos garantía de que todo va a estar bien. Porque mientras llueva, la caminata sólo puede llevarme a algún punto que no sea el de la partida.
                             Mientras llueve,  si corro es para escaparme.
                                                                                        Y si me escapo,
                                                                                               por ley,

                                                                                                en algún momento me van a alcanzar. 

23.10.14

Matar a la racionalista

La asesinaron desde adentro
sus neuronas y las otras
en un magnífico complot.

Antes de exterminarla,
le dieron una explicación:

Tus predicciones lógicas
nos arruinan la fiesta
a todas las variables

Morite,
que eliminar todo raciocinio
es la única forma
de que tu razón siga viva.

Morite,
que para que tu lógica sirva
hay que eliminarte
como policía racional

21.10.14

Chiquití

En los huesos
es peor
que en la cabeza.

No nos quiero.
Sí nos quiero. 
Amaría odiarnos.

Es mentira.

Todo por dos pesos

Son las 3:40 de la tarde y hoy no hice nada productivo. Tengo que estar en un lugar a las 4 y de todas formas voy a llegar tarde, porque se me ocurrió escribir una crónica de nada. Vine en el bondi leyendo unos relatos de Puig sobre Nueva York, y todo era tan entretenido y simple que parecía que cualquier vida mereciera detenerse en un Mc Donals para contarla. 
Le compro a un chico un anotador que tiene el precio a voluntad. Le quiero dar $10 pesos pero tengo $7 en cambio. En realidad tengo otros dos pesos. Pero es un billete de la suerte. Anoté ahí una vez una dirección, y desde ese día lo tengo guardado en el fondo de la billetera, porque siento que, si lo conservo, un día voy a volver a ese lugar. 
Pienso también que, si lo uso o lo pierdo, las posibilidades de volver allí mueren para siempre. Creo firmemente en sus propiedades mágicas. Si un día decido hacer un acto simbólico de renuncia a esa esperanza, va a ser pagar con ese billete. Y si un día me lo roban, me roban la billetera, van a arrebatarme con violencia toda esa ilusión y esa posibilidad. Si en cambio lo uso por distraída, me olvido un día y se lo doy a una quiosquera o una china del super que me pide $2 para darme cambio, voy a haber perdido la posibilidad por estúpida, por colgada [nunca me lo voy a perdonar]. 
Encuentro otro billete de 5 que recién no estaba, le doy al chico $12 y escondo bien mi billete de la suerte. Su magia de verdad es magia. Lo tapo con otro amuleto, un pase ahora inútil del metro de Moscú, como para que no me sea tan fácil usarlo sin querer. Si no vuelvo a aquel lugar, que no sea culpa mía. 
La dirección que está anotada es una intersección de dos calles, una de ellas tiene nombre de país que no conozco y ahora también voy para allá. Pero a otra altura. Voy más cerca. E igual llego tarde. Me pregunto si siempre llego tarde, o si la otra vez llegué temprano, o si llegué en el momento que tenía que ser, y ahora es momento de dejarme de quejar. 
Me digo que, si vuelvo finalmente un día a la dirección del billete, voy a hacer un regalo. Va a ser el billete con este papel, y va a estar cargado de sentido y a ser un gesto de ternura insoportable. Y que si no vuelvo, voy a usar ese billete que abrió una historia para cerrarla, con el gesto poético que se merece. Voy a comprar, aunque no fumo, un paquete de cigarrillos, voy a dar mi última esperanza en forma de pago por un poco de veneno. 
Después voy a llorar un poco, y empezar de nuevo, porque soy la plantita indefensa que quiere regalar su alma en un billete de dos pesos, pero también el robot de lata que siempre, siempre tiene un plan B.