31.7.14

mastécnica

Llegó la fotocopiadora tresdé
y un día llegará la de momentos.

"Tan Orwell" "Tan Bradbury"
"Qué miedo"; diremos.

Pero ni loca
NI LOCA
le digo que no.

Veinte grados en Julio

A esta mañana 
se le salían de contexto
veinte grados en Julio
y mi sonrisa a las seis.

Tenemos un romance de verano,
encerrado en la paradoja
del invierno del Sur.
[Paréntesis de dos escapes]

Y todos los veranos
[mensajería instantánea 2005]
quieren filtrarse
como quise infiltrarme
en el invierno ruso.

Dice la técnica
que es hora de apagarse
y termino una cerveza
en un divague de barcos
y  romances analógicos.

Y puede ahogarse una certeza
en una taza de té.

Porque los mosquitos
no tienen idea
del frío del Sur.


 

28.7.14

El infierno de afuera

La reina-bruja  tenía un castillo en su cabeza, "el reino de mi imaginación", decía, y me invitó a pasar. 
Lo que quieras, menos mirar para afuera, me advirtió. El palacio era el lugar más bello que alguien pueda imaginar: figúrense, quedaba dentro de una mente. Y no cualquiera; mente de bruja y de reina. 
Pero no es necesario decir que, sin hacer caso, mirando por una oreja, me asomé: la historia de siempre, la manzana mordida, la caja de Pandora. ¿Quién quiere lo que tiene?
Ni siquiera se enojó. Otro humano tan humano, me dijo con un suspiro. Ahora que viste más allá, te vas a tener que ir. 
Me entristecí, no voy a negarlo. Pero no me arrepiento. Afuera, por un instante, con mi imaginación encendida, nos pude ver. La reina y yo, caminando por el bosque, llenando de frutillas una cesta, arrancando champiñones como los de los cuentos de hadas. Y lo más lindo, la reina, pero no la reina oscura de adentro de su mente; la reina iluminada por un rayo de sol. 
Si me hubieras hecho caso...Me despidió con pena. Y me abrió otra puerta. Pasé a un jardín. Estaba repleto de hombres y mujeres tristes, y la contradicción era inmensa. La belleza reinante era aún mayor que la del palacio, pero el dolor en el aire, insoportable. Una jovencita me dio la bienvenida. Le pregunté, con consternación, dónde estabamos. ¿El infierno? ¿Un castigo?
Nada de eso. El infierno y el cielo son los dos adentro, y los dos acá afuera. Adentro el infierno de la conformidad, y afuera el infierno de la desilusión. Adentro el cielo de la tranquilidad, y afuera el cielo de saber que la ilusión, después de rota, después del llanto, aún es más bella
Y así me recibió, a mi entender, en el único de los dos lugares que podría soportar durante la eternidad entera. 

Esta es una historia para leer en el subte.

25.7.14

"El colectivo tiene una maña"

Ventana de micro I (temblar de frío)

Nuestro ser (nuestro) podría ser: una compra-venta de almohadones de diseño, o una mano desempañando un vidrio para ver el río, o un manojo de cartas por correo descontextualizadas de la época o una lágrima en un cenicero de chapa (por veinte años maltratado). Pero (yo) no sé ser más que aquellas cervezas ya pagadas (ya apagadas),
a menos que una palabra me pase a buscar.

Ventana de micro II (temblar de miedo)

El alma no es (quizás) más que otro cuerpo, tal vez ese que usamos en los sueños, y como tal, también cicatriza; a veces con marca y a veces sin; y a veces hay caricias que son Aloe Vera y desdibujan heridas cerradas y marcadas, indelebles a la medicina y paganamente atacadas. 



23.7.14

yo

¿Qué voy a hacer conmigo?
y con el exceso de mí
que aparece un día
[después de cargar batería, 
durmiendo en el suelo, 
respirando del sol]
y me inscribe a un curso
y cuatros materias
y un final
y acepta tres trabajos
que le va a dejar
a los jirones
que queden luego
(del huracán feliz).


18.7.14

Mal pintada

Yo conocí Londres y soy afortunada, muy pocas de mi clase lo hacen. Lo logran algunas de las más finas, las que tienen escudos y labrados, pero las comunes, las que estamos pintadas de algún color que se va saltando y nos deja ver el cuerpo plateado y desnudo, nunca vamos más lejos que Córdoba, las Cataratas, con suerte el Sur.
Pero después de ese viaje, de dos semanas de gloria en las que decenas de Ingleses elegantes me probaban y se maravillaban de mí, quedé recluida en un cajón húmedo y oscuro, rodeada de otras como yo, y sólo me sacaban cada tanto para pasarme de mano en mano y de boca en boca en las peores tardes de invierno, para encerrarme otra vez a la noche.
Hasta que llegó ella. Me sacó un día de la oscuridad, me lavó, me abrió y me limpió por dentro y me volvió a armar, me dejó secarme con el aire de una noche de verano y después volvió a buscarme. Puso la yerba en un mate grande de calabaza y puso un chorrito de agua fría con delicadeza para prepararme el lugar. Me acarició con agua en el punto justo, sin quemarme, y yo la acompañé durante tardes y noches interminables. Su boca era la más suave que me había probado en la vida. Todas las madrugadas me dejaba afuera, libre, secándome con el aire de las noches estrelladas. Un día me puso en su bolso, junto con el mate de calabaza. Nos fuimos de viaje. Disfruté esos días como nunca. No me usaba mucho pero me llevaba de acá para allá, me hacía lugar en un bolsillo para que duerma, me traía amigos llaveros o destapadores con forma de botellita de cerveza y un imán. A veces me sacaba un rato y me compartía con una o dos personas que pasaban por ahí. Y nos acostumbramos a vivir así, juntas, de un lado a otro, viajando por todo el país. Hasta que la vio.
Ella apareció de la nada, incrustada en un mate rojo de silicona con lunares negros y blancos. Toda de diseño, con un corazón tatuado cerca de los labios. Primero me reemplazó, pero sin abandonarme. Me dejó encerrada en un bolsillo mientras a ella la sacaba de acá para allá, pero seguimos las tres en viaje. Hasta que la bombilla de diseño terminó de desplegar sus tácticas de conquista y la convenció de abandonarme. Tuvo la sutileza de no tirarme a la basura, me regaló a un uruguayo que se ve que había perdido la suya. El chico se tomó dos mates y se olvidó de mí, como también se debe haber olvidado de llamarla a ella cuando volvió a Montevideo.
Y así terminaron mis días, oxidándome al costado de una mesa de camping, medio enterrada en el barro. Quizás me entierre del todo una lluvia y esta sea mi tumba, o quizás alguien me encuentre y me tire a la basura. Pero me muero contenta, porque conocí Londres, a pesar de haber sido una bombilla barata de las que vienen gratis con un mate de plástico, mal pintada con esa laca al tono que se salta y te deja medio desnuda.


14.7.14

Cómodas cuotas

Veinte grados en Julio se pagan (con tormentas) en primavera, 
sinrazón en Julio se paga (con algún lamento) en primavera,
maquillajes en 3 cuotas se pagan (con intereses) en primavera. 
Pero que me importa, si hasta los más cuerdos van a estar llorando cuando llegue navidad. 

13.7.14

Desfume

Desde un ángulo, algún punto exacto en el techo o en la cama, o en la cerveza o en el alma, pudo ver la vida como un montaje paralelo, toda buenos momentos. En un punto exacto del tiempo, la vivió así, todo sensaciones y revolución. Se le ocurrieron teorías como que si dormís trece horas seguidas te pasás de lado a la otra parte de los sueños y otras más realistas y más lindas, que tienen que ver con energía y amor y también con pánicos escénicos. 
Pierde el hilo enseguida cuando recuerda todo eso. La energía que mueve el universo cabe en vaso de agua, hasta en un shot de algún licor que una gente distraída y uniformada de top negro y pollerita de terciopelo prende fuego en un living, y ahí en el rincón del sillón nace y después vuela una sonrisa rosa y gigante que no ve quien merece, se dispersa y diluye en una charla sobre mangueras metálicas flexibles, códigos de tarjetas de débito y decretos-ley, en una banqueta de madera, contra una pared de ladrillo a la vista, en el silencio de la música a todo lo que da y la ceguera del humo de cien cigarrillos o más.  


6.7.14

Kropotkinskaya


Kropotkinskaya es una paradoja porque hoy es un lugar remoto, una estación de Metro de Moscú que es uno de los puntos del mundo más lejos de mi casa, que tiene unas luces navideñas de bandera rusa (que quizás ya ni tenga), 3 o 4 negocios de flores, celulares y quebab, un suelo eternamente patinoso y un montón de apariciones en los recuerdos del grupo de desquiciados que eramos en Enero. Pero en esos días era como mi casa, porque si me preguntaban yo decía "Yo vivo en Kropótkinskaya", y es como uno de los lugares que más conozco en el mundo, porque durante un mes y medio, hasta que me fui a vivir a VDNH, pasaba por ahí todos los días 3, 4, 5, 6 veces del hostel para allá. A la mañana para ir a las escuelas cuando todavía faltaban horas para que sea de día. A la tarde para ir a un museo, a un parque, a caminar. A la noche para ir a comer. A la nochecita para ir a tomar una cerveza a SPB. A la madrugada para correr el subte antes de la 1 y salir a bailar. A las 5 y cuarto volviendo en el primer tren. Yo y muchos más, ellos que ahora andan en sus respectivas partes del mundo pero que se deben acordar, como yo, de cada baldosa, cada vidriera, y cada risa y grito de esa estación.


Nótese la inscripción entre mi bota y el tacho.

5.7.14

Gérmenes (de qué vas a escribir ahora)

De escribir de los objetos por un tiempo y ya no más de las personas, porque tan cansados estamos de nosotros y por cambiar cosificación por personificación un rato. De un juego de palabras, de las coartadas y de la libertad coartada, de un país perdido en el que la sonrisa es prohibida y el asesinato la coartada para negar haber estado riendo mucho. Metáfora que da escalofríos porque es metáfora de lo más lindo que tu piel vivió en un siglo y de la estupidez fallada que charlás en un té con tu madre en su coreano natal (de eso vas a hablar). De la luz, de la partícula de luz que va contra la corriente, la que en el cine enfoca (azul) las caras de la audiencia que dicen más que las diesmilcuarentaydós luces que proyectan la pantalla pero que sólo son vistas por alguna autoconciencia y algún distraído en la sala. De detener instantes y guardarlos en frascos-pecera y mirarlos para siempre dar vueltas y vueltas adentro de un globo. De reírse en la calle. Del fondo de los ojos. De todo lo que es humano.

1.7.14

Otra causa perdida

Fue joven, linda y defensora de causas perdidas [en eso tuvo más pasión que nadie]. Pero está cansada y vieja [y muy joven para haber envejecido tanto], y como ser menos apasionada con sus convicciones no puede, simplemente ya no se convence. Y vive de los restos de sus ideales y son restos tan grandes que por ellos hace muchas cosas: se toma micros, se levanta temprano, se acuesta tarde los domingos, se rompe las manos, se arruina los ojos, conquista el mundo, se hace un té. Pero aunque siga arrastrándose por sus causas ya no las ama, ya no se levanta pensándolas a la mañana. Y se pregunta si convencerla otra vez de algo será, tal vez, la causa perdida de alguien más.

Otra causa perdida, otra historia para leer en el subte.