27.12.13

Monos

Lo adoraba, pero no como adoran los padres y los adolescentes, lo adoraba en el sentido original de la palabra, como se adora a un Dios. Llevándolo todo el tiempo de acá para allá en el pensamiento como si fuera un mantra o una plegaria, regalándole su energía y hablando en silencio con una cosa enorme e incierta que nunca responde y está siempre ausente. Siendo feliz nada más que con la certeza de servirlo aún siendo una hormiga más de las que le pasaban desapercibidas y contentándose de cualquier guiño, señal, o casualidad que pudiera significar remotamente que el se enteraba de su existencia. Y como a cualquier fanática en eso se le iba la vida, porque el monoteismo y la monogamia, y hasta el monotributo, son la misma tontería, ese invento de la culpa de poner afecto o energía en más de un lado, no vaya a ser que se descontrole. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario