11.3.15

La oficina de un señor

Un señor muy viejo tiene un gran sótano lleno de archivos. Hoy lo mostraron en la televisión. Tiene cajas llenas de recortes de diarios de las últimas diez décadas, y otras cajas, todas decoradas, en las que guarda fotos. No me acuerdo el nombre, pero es muy viejo y es un escritor. Tiene también tres computadoras, pero alrededor de ellas como ciento veintitrés cuadernitos con anotaciones a mano.
Seguro ese señor, adentro de sus cajas, gurda algunos pedacitos de romances. Como el billete todo anotado que vos todavía llevás en la billetera. Seguro en una caja, entre veinticinco fotos de actrices y ciento dos de paisajes, hay una foto desenfocada de un campo, en el que un mechón de pelo que se ve sólo de costado, para él un día significó todo. (No importa si no entendés, yo te hablo de algo que en verdad nunca pasó).
Seguro los cien mil quinientos dos papeles archivados son toda una excusa para que pasen desapercibidos los que le importaron, que son tres o cuatro. Tal vez, además, ya no le importan hace años. Pero a lo mejor sí, a lo mejor todavía se acuerda. Porque seguro ese señor tuvo romances analógicos. Seguro sus sentimientos se acomodaban libres en esas cajas llenas de recuerdos, en las que quizás había mentiras, pero no había ninguna certeza falsa de fotos nuevas y alegrías anunciadas en redes sociales, que viniera a decirle a quién tenía prohibido querer. (No hace falta que entiendas de que hablo; te cuento algo que te pasó ayer).
Seguro ese señor fue muy feliz y después estuvo muy muy triste; todo por culpa de sus papeleríos. Como nosotros, que fuimos muy felices, y después muy muy tristes; todo por culpa de unos teléfonos. Seguro ese señor sufrió menos o más pero vos dirías que todo era una mentira, porque vivía en la ignorancia, vivía de recuerdos y sin ver el presente. Y yo te digo que el señor puede haber amado más o menos pero que su cariño fue sincero porque estaba plantado sobre sólidos recuerdos y no lleno de esos flashes que a vos y a mi nos van y nos vienen y nos dicen que hay que hacer. (No importa si no entendés, te hablo de cosas que nunca existieron).
 Seguro ese señor sufrió más o menos, pero fue más sincero, porque vino de un tiempo en el que amar sin ver no estaba tan mal visto. 


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